Primero quiero dejar claro, que soy creyente y cristiano y no tengo nada en contra de la Religión. Comencemos con el misterio ...
es uno de esos mitos que perduran siglo tras siglo; una creencia entre mística y popular que se originó allá por el siglo XII y que no se ha abandonado hasta el día de hoy. Y como suele ocurrir en historias de este tipo, su leyenda se ha ido engrandeciendo con el tiempo y haciendo que cada vez se presente más difusa esa extraña barrera entre la ficción y la realidad.
?… La creencia popular siempre pensó que era el cáliz de Cristo, aquel que utilizó en la Última Cena, la copa con la que posteriormente José de Arimatea recogió la sangre del Hijo de Dios mientras estaba crucificado, y quizás por ello, se le atribuyen poderes misteriosos.
Con el paso de los siglos, aquella búsqueda de este Sagrado Cáliz a la que se ha asociado a los Caballeros Templarios, se ha convertido en algo más que la propia física de una copa de madera. De ese Santo Grial se ha teorizado conque podría tratarse incluso de la matriz de María Magdalena a la que determinados escritos (supuestamente escondidos por la Iglesia) asocian con la esposa de Jesús, con el que probablemente tuvo descendencia, pero eso es otro misterio que contaré.
Y es a partir de esa teoría cuando se comienza a relacionar a la búsqueda del Santo Grial con la búsqueda de la descendencia de Cristo.
Un primer documento, del año 1010, menciona por primera vez en latín medieval, la palabra "gradales", de la que derivó posteriormente "graal" (en francés), "grail" (en inglés) y "grial", en España. Precisamente en nuestro país, por Grial se designaba en épocas medievales a ciertos recipientes en forma de copa de uso doméstico.
Una forma más, ésta, de relacionarlo con la búsqueda del Cáliz. Pero los que defienden la teoría de la descendencia, hacen hincapié que la derivación de aquel
"gradal" inicial a
"graal", no fue correcta. No fue el
"San Graal" lo que se trasladó, sino el
"Sang Raal", es decir, la Sangre Real. Puede que, según esta teoría, lo que se trasladara de Asia a Europa no fuera entonces una copa de madera, el Grial o cáliz de Cristo, sino la Sangre Real, el linaje y descendencia de Cristo.
Obviamente, un descubrimiento de este vigor podría suponer un auténtico terremoto para todas las creencias religiosas cristinas, y supondría daños irreparables para la Iglesia Católica. Quizás por ello se han asociado distintas facciones misteriosas que luchaban a lo largo de los siglos por defender ese sagrado cáliz y mantenerlo oculto y otros por lo contrario, sacar la Historia a la luz. Nombres como el del Priorato de Sion, o el de los Illuminati se han asociado con su búsqueda.
Sin embargo, hubo un hecho que reforzó la leyenda. Fue en un perdido pueblo francés, allá por el siglo XIX, de nombre
Rennes-Le-Chateau. Desde el siglo XII diversos escritos comenzaron ya a hablar de la leyenda, relacionándola con el
Rey Arturo y sus caballeros. Eran los años en que los Templarios dejaron atrás Jerusalén. Un siglo después, un poeta alemán,
Wolfram von Eschenbach, dejó escrito que los templarios custodiaban y ocultaban aquel objeto sagrado. Investigaciones realizadas en pleno siglo XX sacaron a la luz teorías (que no pruebas) de que durante siglos hubo una conspiración eclesiástica apoyada por los reyes de Francia de aquella época para mantener oculto un terrible secreto. Aquellas teorías que se plasmaron en un polémico libro,
El Enigma Sagrado (1982), y que concluía afirmando que la búsqueda del Santo Grial era la búsqueda de todo el linaje de David con el que se entroncaba el de Jesucristo, fueron las que sirvieron de base para el libro de Dan Brown,
El Código da Vinci, el que finalmente le ha dado la fama necesaria a un caso que se mantuvo durante siglos, sino oculto, sí en las sombras.
Aquellas mismas investigaciones observaron que alrededor de
Rennes-Le-Chateau se había construido una triada de enclaves templarios, formando así una red de protección alrededor del pueblo. Eran los castillos de Champagne-sur-Aude, el de Blanche-fort y el de Saint Just et le Bézu. El párroco (
Saunière) de este pueblo era muy conocido por su pobreza y austeridad hasta que cierto día los habitantes del pueblo comenzaron a observar que a su casa particular llegaban invitados siempre de la alta sociedad. Sus viajes a París se hicieron cada vez más frecuentes y poco a poco fue perdiendo su modestia y convirtiéndola en ostentosidad.
No tardó mucho en extenderse el rumor de que el párroco había encontrado algo junto al altar de su iglesia. Aparecieron cuatro manuscritos escritos en una caligrafía muy antigua, dos de ellos con pasajes de la Biblia, y otros dos que databan de los años 1244 y 1644 en los que aparentemente se describía la descendencia del rey merovingio Dagoberto II. Lo único que realmente se pudo confirmar es que aquellos dos manuscritos que acompañaban a los de los años 1244 y 1644 habían sido escritos por
Antoine Bigou, un párroco anterior, un siglo antes, que casualmente era el confesor de
Marie de Hatpoul de Blanchefort, descendiente directa del Gran Maestre de los Templarios
Bertrand de Blanchefort.
De nuevo volvía a establecerse un lazo entre aquellos documentos y los templarios.
Además, ¿qué había impulsado a Antoine Bigou, párroco de aquel pequeño pueblo a escribir dos pergaminos y dejarlos enterrados en una columna visigoda de la propia iglesia?, ¿cuál era aquel secreto que había necesitado ocultar a los ojos del mundo?, ¿sería cierto que en aquel pergamino iba escrita la última voluntad de la marquesa que sin descendencia ninguna, y siguiendo la tradición familiar, debía legar su secreto y lo hizo en la persona de su confesor?
Pero la duda que surgió fue si Saunière habría encontrado algo más junto con estos cuatro manuscritos. Y comenzó a correrse el rumor de que lo encontrado había sido el Santo Grial. Lo que también se pudo constatar es que al día siguiente de encontrar aquellos pergaminos, el párroco encontró una lápida frente al altar, vuelta hacia abajo, la conocida como "baldosa de los caballeros", con la figura de dos jinetes montados en un sólo caballo, símbolo de los templarios. Bajo ella, se encontró una bolsa llena de monedas de oro. Tras despedir a los obreros, continuaron las excavaciones, y bajo aquel pequeño tesoro encontró la entrada a una cripta merovingia que incluso aparece en los registros históricos de la Iglesia como el sepulcro de los señores de Rennes. Lo cierto es que desde ese día, Saunière comenzó a vivir en la opulencia. ¿Habría encontrado el Santo Grial, y le pagaban por ocultar el secreto?, ¿sería el famoso y codiciado tesoro de los Cátaros?, ¿sería la misma tumba de Jesucristo a quien habían traído allí los propios templarios, embalsamado?, y así podría continuar con muchas preguntas y teorías más.
Durante decenas de años se llevaron a cabo investigaciones que no pudieron averiguar el significado oculto de aquellos manuscritos, si es que los tiene, y por lo tanto, continuaba siendo un misterio cómo aquel párroco había adquirido esa riqueza tan repentina ni el secreto que había encontrado en aquella cripta. En el libro "El enigma Sagrado", de 1982, del que ya os comenté que establecía la hipótesis de que el Santo Grial se refiriera en realidad a la descendencia de Cristo, y no al cáliz de la Última Cena, argumenta que al párroco le pagaron por encontrar unos determinados documentos genealógicos y que al final los encontró. Desgraciadamente, Saunière falleció en el año 1917 sin decir qué fue lo que encontró, aunque aseguran que dejó escrito en unos mensajes cifrados ocultos en la iglesia, la clave de todo.
Poco antes de morir Saunière, comenzó a decorar la iglesias con nuevas y ricas imágenes, algunas de ellas de demonios, e incluso construyó una torre a su lado (que hoy día aún se conserva) a la que puso por nombre Torre Magdala, nombre de la tierra palestina de la que procedía María Magdalena. Sobre la puerta de acceso de la iglesia, en un contrafuerte, inscribió la frase “Terribilis est locus iste” (este lugar es terrible) en referencia a un pasaje del Génesis.
De los cuatro manuscritos, los dos originales de los años 1244 y 1644 se perdieron en un incendio, quedando sólo los dos de Antoine Biogu, que están expuestos actualmente.
Todo ésto fue motivo suficiente para convertir Rennes le Chateau en un sitio misterioso y desde entonces cientos de peregrinos acuden anualmente a visitar aquella iglesia. Por supuesto, no solamente peregrinos que acuden a proclamar su fe, sino también investigadores tanto públicos como privados, deseosos de encontrar aquellas claves perdidas.
Recientemente, el alcalde del pueblo al fin permitió realizar excavaciones junto a la iglesia, hecho éste que había estado prohibido durante muchos años. Y así, con el visto bueno del propio ayuntamiento, la Torre Magdala se llenó de aparatos de última generación que ayudarían en su investigación. Por medio de un radar de penetración del suelo se pudieron localizar una serie de objetos enterrados en el subsuelo de la torre e igualmente otros dos más bajo el suelo de la iglesia.
Así comenzaron las excavaciones hasta que tras 20 minutos dieron con unas astillas de madera. Poco después, volvieron a dar con un segundo objeto. Se estudiaron las imágenes del radar, se solicitó un informe, y extrañamente, las obras se mandaron paralizar. Se sacó al exterior una gran roca, pero lo cierto es que a pesar de las mediciones, la obra se detuvo sin razones, quien sabe si para siempre. De aquellos dos sepulcros bajo la iglesia tampoco nada más se supo, pues ni se llegaron a estudiar.
Ahora, la imaginación humana y los misterios que históricamente han ido dejando la literatura y el Santo Grial en sí, añadido a lo sucedido en Rennes le Chateau, han hecho de este sitio un lugar casi “paranormal”, pues de él se ha dicho que se han encontrado signos geométricos perfectos, que es el camino hacia el mundo espiritual, que se trata de una zona de aterrizaje marcada por los extraterrestres, e incluso, mucha gente ha llegado a decir que junto aquella iglesia existe una fuerza especial y mágica que los arrastra. Todo un misterio sin resolver.
Y cómo no, muchas iglesias del mundo presumen de tener aquél mágico cáliz, como el Museo Catedralicio Diocesano de Valencia, como el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, como la Sacra Catina de Génova o como dicen del Cáliz de Antioquía en The Cloisters, entre otros. Pero bueno, como también de las astillas de madera de la cruz de Cristo… si fuera verdad y se reunieran todas habría para más de una cruz sagrada…
Saludos,
Javi Ramírez